Acuerdo PSOE-Podemos: ¿Creer en cuentos de hadas?

(Nos hacemos eco del artículo recientemente publicado por los miembros de XR-Barcelona Àlex Guillamón y Jaume Osete —en catalán y castellano—, que recuerda muy oportunamente que parte de las personas implicadas de una u otra forma en el nuevo gobierno —incluyendo algunos ministros y un vicepresidente— son firmantes de nuestro manifiesto.)

Hace poco más de 5 años, en verano de 2014 salió a la luz un manifiesto titulado Última Llamada que trataba de ser una alerta y al mismo tiempo un compromiso frente a la crisis eco-social. Entre la lista en orden alfabético de sus 258 primeras firmas podemos encontrar algunas figuras políticas actualmente muy relevantes dentro del universo de Unidas Podemos y sus confluencias:

1. Ada Colau, activista social pro derechos humanos en la PAH
7. Alberto Garzón, economista, diputado por IU
136. Joan Subirats, profesor universitario y director del IGOP (UAB)
161. Juan Carlos Monedero, politólogo, activista social (Podemos)
189. Marga Ferré, coordinadora general de áreas de IU
198. Marina Albiol, eurodiputada (IU)
217. Pablo Iglesias Turrión, politólogo y eurodiputado (Podemos)
258. Yolanda Díaz, viceportavoz de AGE (Alternativa Galega de Esquerda), coordinadora de EU (Esquerda Unida)

¿Qué nos decían entonces estas aquellas personas, referentes en diferentes ámbitos, que firmaron el manifiesto? Veamos algunos de sus fragmentos (las negritas son nuestras)…

(Continuar leyendo en castellano o en català.)

Un lustro del manifiesto Última Llamada. Reflexión de Marga Mediavilla

A un lustro del Manifiesto Última Llamada: ni siquiera Pablo Iglesias lo ha llevado a Otra Vuelta de Tuerka

Marga Mediavilla

Marga Mediavilla. Foto: EQUO

Un lustro, cinco años, era el plazo que el manifiesto Última llamada decia que teníamos para “asentar un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento”. El lustro ha pasado. Hoy los datos científicos son mucho más evidentes que hace cinco años, pero el debate “amplio” sigue sin llegar y, el poco que hay, está muy lejos de ser “transversal”.

Es cierto que el cambio climático ya es aceptado por amplias mayorías (con los veranos que caen, lo difícil es negarlo) pero la opinión pública se queda ahí, únicamente con ese problema. Todavía no ve que el cambio climático es uno más de los muchos límites al crecimiento y está todavía más lejos de pensar que el problema, realmente, es el crecimiento. La sociedad sigue sin hilar cabos, sin relacionar la crisis ecológica con la crisis económica, la crisis energética y la crisis bancaria. La “conciencia amplia y transversal” que los redactores y redactoras del manifiesto queríamos hacer llegar, sigue chocando con el muro de una sociedad que no tiene miradas amplias… quizá, simplemente, porque no quiere ver, no vaya a ser que comprenda lo que no quiere comprender.
No es extraño que el debate siga sin calar si ni siquiera los propios firmantes del manifiesto lo han llevado sus medios de comunicación. Este es el caso, por ejemplo, de Pablo Iglesias y Otra Vuelta de Tuerka que, sin ser un programa de televisión con audiencias millonarias, sí posee una influencia nada despreciable en la izquierda española. ¿Por qué Pablo Iglesias no ha invitado en estos cinco años a personas de talla más que suficiente como Jorge Riechamann, Antonio Turiel, Emilio Santiago Muiño, Florent Marcellesi, Yayo Herrero o Luis G. Reyes para explicar todo aquello que decía el Manifiesto Ultima Llamada?

La política sigue encerrada en su torre de marfil antropocéntrica. Enfrascada en discursos que consideran que las cosas de la ecología están muy bien, pero son algo inferior, antiguo, un poco infantil incluso: el “cuidado del jardín que no debemos descuidar porque nos gusta pasear por el bosque”. La izquierda, la derecha y el centro siguen sin considerar que eso que llamamos medio ambiente pueda afectar (y mucho) a la economía, la política o a la lucha de clases, los verdaderos asuntos de la sociedad humana.

Todo sigue viéndose por separado: la política para los políticos, la economía para los economistas, la ecología para los ecologistas. ¿Somos, quizá, nosotros y nosotras, promotores del manifiesto, los que nos equivocamos por pensar que todo está conectado y todo se realimenta? ¿Nos equivocamos al pensar que la biología que alimenta nuestros cuerpos y la energía que mueve nuestras máquinas es la base de todo eso que llamamos sociedad, política, economía o cultura? ¿Nos equivocamos al pensar que fue la crisis energética la que creó la crisis económica y esta empeoró la crisis política y agravó la crisis ecológica, lo que hace más difícil solucionar la crisis energética que causará, en breve, a su vez, una nueva crisis económica….?

Un lustro del manifiesto Última Llamada. Reflexión de V. J. Nácher

Estos días se cumple un lustro del Manifiesto de Última Llamada. No es posible decir que la situación haya cambiado, y mucho menos mejorado sustancialmente.

Por otra parte, la evolución política no inspira mucha esperanza. Andamos en la repetición de contextos sociales que recuerdan –y subrayo «recuerdan» porque todo evoluciona, no esperemos igualdad exacta– los años 20 del siglo pasado, en que la suma de aislacionismo, exacerbación nacionalista y ultraliberalismo llevaron a una situación únicamente resoluble por la vía bélica. En este contexto rebosante de déjà-vus sólo la Unión Europea aporta, por ahora al menos, un cierto grado de ruptura esperanzadora.

Ahora bien, transcurridos cinco años, ¿qué cabe hacer para cambiar las cosas? De entrada, cambiar la forma del relato. Por ejemplo, se sigue hablando del Cambio Climático en términos de temperatura, en lugar de hacerlo en medidas de potencia. ¿Cuántos millardos de kW supone un grado de temperatura en la atmósfera? Porque para la masa detritívora (gracias a Manuel Casal por el término) la temperatura se asocia, simplemente, a subir algo más el aire acondicionado en verano o la calefacción en invierno. Disponiendo de energía de sobra gracias al capitalismo, ¿a qué preocuparse?

Cambiemos los contenidos, pero también el medio que transmite el mensaje, porque este modelo de publicación tan solo convence a los convencidos. Fue, indudablemente, importante que tantas personas con proyección pública se uniesen en su firma, pero en la perspectiva que da el tiempo, su calado es claramente insuficiente. Recordemos lo ocurrido, por ejemplo, con uno de los informes sobre el riesgo de desigualdad más conocidos y leídos por todos los líderes mundiales: el de la comisión Brandt a lo largo de los años 80. Veinte años más tarde, James Bernard Quilligan seguía esperando alguna respuesta significativa. Y era el informe Brandt, nada menos.

Hemos de cambiar el mensaje, el medio, y sobre todo el nivel de institucionalización de la ecología, en el sentido sociológico del término institución: un conjunto de normas y estructuras organizadas alrededor de un conjunto de valores reconocidos y no cuestionados por la sociedad. El mejor ejemplo de ello es la religión. Pues bien, creo que mientras el ecologismo no sea interiorizado en el acervo común con la fuerza con que lo haría una religión, se convierte en un intento vano, dado el escaso tiempo disponible para impregnar la doxa.

Si nada de esto funciona en un muy corto plazo, quizás sea ya tiempo de ir releyendo la trilogía de la Fundación de Asimov, y buscar el medio para que la superación de la caída de nuestra civilización no comporte una espera de otro millar de años hasta el nuevo Renacimiento. O aún peor, prevenir que no quede nada por renacer.

Un lustro del manifiesto Última Llamada. Reflexión de Manuel Casal Lodeiro

Foto: Martiño Picallo (Luscofusco).

(Publicado previamente en el blog Saber Sustenar, de El Salto.)

Este mes de xullo fanse os cinco anos da publicación do manifesto Derradeira Chamada, un texto anti-neokeynesiano de reacción ante os signos de que a nova esquerda que xurdía daquela en España como herdeira autoproclamada do movemento dos Indignados do 15 de maio, estaba a se escorar claramente a posicións socialdemócratas clásicas. Aquel texto reclamaba abrir un debate social «amplo e transversal sobre os límites do crecemento» coa finalidade de «construírmos democraticamente alternativas ecolóxicas e enerxéticas que sexan á vez rigorosas e viábeis». E advertía: «como máximo temos un lustro (2014-2019) para asentar ese debate no que nos xogamos o futuro».

Á vista está que o manifesto, malia a súa notablemente positiva e rápida recepción por certo sector social concienciado (o día que apareceu na Internet recibiu mil visitas cada hora, e en apenas tres recibiu máis de cinco mil sinaturas e apoios moi notables como o do ecosocialista Michael Löwy), non viu as súas demandas cumpridas. Entre as personalidades políticas galegas asinantes encontrabamos os nomes de: Ana Miranda, Antón Sánchez, César Santiso, Eva Solla, Laura Bugallo, Lidia Senra, Lois Pérez Leira, Chus Boo, Martiño Noriega, Xan Duro, Xosé Manuel Beiras, Yolanda Díaz…

(Seguir leyendo en Saber Sustentar – El Salto.)

Un lustro del manifiesto Última Llamada. Reflexión de Horacio Fazio

¿Cambio Climático o Cambio Social?

El Cambio Climático es hoy el principal problema de la humanidad. El sistema económico mundial —el capitalismo globalizado— no tiene respuesta efectiva ante el calentamiento global provocado principalmente por el uso intensivo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) que originan los gases de efecto invernadero, siendo el dióxido de carbono su principal componente.

El estado actual de la ciencia climática establece el riesgo y la incertidumbre que se avecinan a fines del siglo XXI si la temperatura media planetaria supera los 2 grados centígrados respecto a la existente en la era preindustrial, hace 200 años. A hoy ya hemos aumentado poco más de 1°. Estos cambios de la temperatura, aparentemente intrascendentes, asociados en forma directa a los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, no tienen precedente alguno en una escala histórica medida en cientos de miles de años.
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Un lustro del manifiesto Última Llamada. Reflexión de Pepe Campana

Si algo se ha conseguido en estos cinco años es, si acaso, hacer de la propaganda —aquella que tiene por encargo la propagación de la fe— la herramienta capaz de pintar en verde la más catastrófica de cuantas crisis podríamos imaginar. Velar la muerte sin propiciar la vida. Engaño.

Si en algo se ha avanzado es, me temo, en la fascinación que provoca imaginarse hacedor de cuanto nos rodea. El ser humano convertido a sí mismo en creador. Una realidad, hasta hace poco ajena, modificada a nuestro antojo, dominada y sometida. Poseer cuántas riquezas aún permanecían escondidas. Como si no hubiera fin.

Si en algo hemos ganado es, triste realidad, en las diferencias entre los unos y los otros. Entre los de aquí y los que no vemos —o los que vemos, apenas un instante, moviendo desesperados sus brazos mientras los arrojamos a los tiburones. Y también entre los que abusan y los abusados. Abismo.

Y en velocidad. También en eso hemos ganado. Corremos más. No está claro hacia dónde. O quizás sí. Y corre entre nosotros el deseo de quienes anhelan el poder para preservar nuestros derechos que pronto serán sólo suyos. Duele la amargura de saber que cada vez son más quienes les empujan a ello. Lo llaman, pero no lo es.

Si es necesario, como ya se anunciaba en el manifiesto de la última llamada, “ganar grandes mayorías para un cambio de modelo económico, energético, social y cultural” como medio para construir alternativas democráticas que posibiliten la buena vida dentro de los límites ecológicos del planeta, oídos sordos.

¿Fracaso?
Quizás no.
Fuera se está fraguando la rebelión.
En la calle estamos a 42 grados.

Un lustro del manifiesto Última Llamada. Reflexión de Anastasio Urra

Tras cinco años desde el llamamiento a la cordura del manifiesto Última Llamada, tratando de generar un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento y sobre las posibles alternativas ecológicas y energéticas a un sistema que cada vez nos sume más en el caos, poco parece haberse generado tal debate, fundamentalmente en las esferas institucionales, tan vapuleadas estos días. Esta es mi reflexión, fundamentalmente desde la perspectiva socioeconómica y cultural, de dónde nos encontramos y porqué; una mínima aportación que espero pueda ser de utilidad, y que al menos llegará a miles de economistas del Estado, que, también es cierto, harán con ella lo que consideren.


(Entrevista previamente publicada en la revista Auditoría Pública, nº 73, con motivo de la publicación del libro Dirección Estratégica para el siglo XXI. La gestión ante los límites del crecimiento, obra del profesor Urra Urbieta.)

Auditoría Pública. Uno de los aspectos que más llaman la atención de su libro es la atención que presta a contextualizar el entorno actual. ¿Por qué este interés?

Mi extensa experiencia profesional, docente e investigadora me ha permitido constatar la creciente divergencia entre, por una parte, la Economía y la Gestión que se enseña en las universidades y se practica en nuestro sistema socioeconómico y, por otra, la realidad de nuestro mundo. En este sentido, la evidencia científica transdisciplinar sobre el estado de nuestro planeta y los magníficos retos a los que nos enfrentamos como civilización, plantean un conflicto claro y profundo con los valores del paradigma económico dominante, y en particular con los del paradigma dominante en la academia y la práctica de la gestión empresarial; hasta el punto en que estos incluso coartan actualmente las posibilidades de desarrollo humano en el planeta. De alguna manera, ni la mayor parte de la Academia ni, menos aún, la mayor parte de la práctica de la Gestión Empresarial utilizan aún las “lentes transdisciplinares”. Es como si en algún momento del camino, de su evolución, la Academia y la práctica empresarial hubieran perdido el contacto con el entorno; como si, de alguna manera, su evolución y su éxito hubiesen introducido un creciente componente cultural autista del que solo algunas partes de la comunidad académica y empresarial se libran.

De esta forma, la teoría económica y de la gestión de empresas convencional resulta insuficiente, fundamentalmente debido a la gran fragmentación del saber, a una reducción excesiva y a la confusión entre sistemas diferentes. En este sentido, podríamos establecer tres sistemas componentes de la estructura socioeconómica: el material, el institucional, y el axiológico. En el primer sistema se ubican los bienes y servicios, con fenómenos como la demanda y la oferta, los precios, la actividad empresarial, la estructura productiva, la distribución, etc. Es el campo de estudio más específico de la ciencia económica actual, sin perjuicio de que, por supuesto, ésta se asome además a las instituciones asentadas en el nivel sociopolítico, pero sólo en cuanto generan hechos conceptuados en ella como económicos. Así, por ejemplo, el Gobierno se considera únicamente como recaudador y gastador, o como regulador de la economía. En todo caso, a donde no llegan los intentos explicativos de la economía convencional es al tercer nivel, que contiene el sistema de creencias y valores, y los límites medioambientales, o las condiciones de contorno, en términos físicos, de los sistemas anteriores.

En fin, puestos a elaborar un manual, no quería obviar esta dimensión de nuestro sistema socioeconómico; o, más bien, no podía obviarla, pues, aun a riesgo de ir a contracorriente, considero su inclusión un imperativo ético categórico.

(Seguir leyendo la entrevista.)

Un lustro del manifiesto Última Llamada. Reflexión de Pedro Prieto

Pedro Prieto. Foto: Argia.

Nos dábamos un lustro en el manifiesto Última llamada para asentar un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento y para construir alternativas ecológicas y energéticas.

Pero sólo los jóvenes, por otras razones, como las de la lucha contra el calentamiento global, volvieron a salir a la calle. Ellos sí han creado un debate amplio y algo transversal, aunque tampoco han construido, por el momento, alternativas ecológicas y energéticas (que no sean decir que no hay que emitir más gases de efecto invernadero, que no hay planeta B).

Sin embargo, los que firmamos, pidiendo analizar los límites del crecimiento, volvimos a fallar por dar un quinquenio como límite, al estilo del cuento de Pedro y el lobo (como nos dijeron que fallamos al dar fechas aproximadas del cénit máximo de producción mundial del petróleo convencional).

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Se cumplen cinco años

Se cumple un lustro desde la publicación del manifiesto «Última llamada», el 7 de julio de 2014.

Hace cinco años algunos sectores de científicos, investigadoras y activistas (ecologistas, decrecentistas, divulgadores del peak oil…), gravemente preocupados por el hecho de que las cuestiones ecológico-sociales (y en especial el choque de las sociedades industriales contra los límites biofísicos del planeta) estaban ausentes de la mayor parte de los debates de diversas familias de la izquierda, y ausentes de las preocupaciones generales de una sociedad que seguía (y sigue) entrampada en la crisis económica, el desempleo y los recortes sociales, lanzamos un grito de alerta en forma de manifiesto a través de algunos medios de comunicación e internet: puede encontrarse el texto en el blog donde luego organizamos una parte del debate que siguió. Michael Löwy opinó al respecto: “Última llamada es un documento excepcional, por la precisión del diagnóstico y la radicalidad de la alternativa. Para nosotros, ecosocialistas, es muy importante que exista un llamamiento de este tipo, capaz de reunir las varias sensibilidades de la ecología antisistémica” (comunicación personal, 9 de julio de 2014).

En el manifiesto advertíamos:

“A lo sumo tenemos un lustro para asentar un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento, y para construir democráticamente alternativas ecológicas y energéticas que sean a la vez rigurosas y viables. Deberíamos ser capaces de ganar grandes mayorías para un cambio de modelo económico, energético, social y cultural. Además de combatir las injusticias originadas por el ejercicio de la dominación y la acumulación de riqueza, hablamos de un modelo que asuma la realidad, haga las paces con la naturaleza y posibilite la vida buena dentro de los límites ecológicos de la Tierra”.

Pasaron esos cinco años, y los avances por las vías que sugeríamos han sido por desgracia modestísimos. No se nos escapa la dificultad enorme que entraña lograr que la sociedad mire hacia ese abismo que tiene delante de los ojos, el abismo que nosotros evocamos en el manifiesto, y hacia el que en general nadie quiere mirar. Pero creemos que toca seguir intentando el ejercicio de lucidez que se opone al negacionismo de la cultura dominante (negacionismo que va mucho más allá de la cuestión de la crisis climática, y responde con denegación a todo lo que tiene que ver con los límites biofísicos del planeta Tierra), y por eso invitamos a las lectoras y lectores que en su día firmaron el manifiesto a aportar textos de análisis sobre el momento en que nos hallamos. Se agradecerán las reflexiones claras y sucintas, y publicaremos en el blog las que nos parezcan más importantes.

El grupo promotor del manifiesto «Última llamada».

Emilio Santiago Muíño interpela a los promotores de «Última Llamada»

Emilio Santiago Muíño

Emilio Santiago Muíño

En un artículo que publica hoy la revista 15/15\15 para una nueva civilización, el doctor en antropología social, activista de la transición ecosocial y actualmente director de medioambiente en el ayuntamiento de Móstoles, lanza una reflexión al resto del grupo promotor del manifiesto Última Llamada, del que forma parte:

en este año 2019, concretamente en julio, se cumplirá ese lustro que el manifiesto Última Llamada daba a la sociedad para generar “un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento, y para construir democráticamente alternativas ecológicas y energéticas que sean a la vez rigurosas y viables”. La cifra del lustro se había introducido en el texto en base a un artículo de James Hansen, “Assessing ‘Dangerous Climate Change’”, que en aquellos meses estaba conmocionando el ámbito de la climatología. Salvo que en el invierno-primavera de 2019 vivamos un milagro político, en verano los promotores del manifiesto estaremos este año obligados a algún tipo de posicionamiento público que o, bien nos obligue a reafirmarnos en nuestras premisas, lo que implicará declarar cerrado el horizonte de una transición ecosocial esperanzadora, o bien nos exija alguna rectificación de los presupuestos de partida.

(Leer el artículo completo.)