en este año 2019, concretamente en julio, se cumplirá ese lustro que el manifiesto Última Llamada daba a la sociedad para generar “un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento, y para construir democráticamente alternativas ecológicas y energéticas que sean a la vez rigurosas y viables”. La cifra del lustro se había introducido en el texto en base a un artículo de James Hansen, “Assessing ‘Dangerous Climate Change’”, que en aquellos meses estaba conmocionando el ámbito de la climatología. Salvo que en el invierno-primavera de 2019 vivamos un milagro político, en verano los promotores del manifiesto estaremos este año obligados a algún tipo de posicionamiento público que o, bien nos obligue a reafirmarnos en nuestras premisas, lo que implicará declarar cerrado el horizonte de una transición ecosocial esperanzadora, o bien nos exija alguna rectificación de los presupuestos de partida.
Emilio Santiago Muíño interpela a los promotores de «Última Llamada»
un artículo que publica hoy la revista 15/15\15 para una nueva civilización, el doctor en antropología social, activista de la transición ecosocial y actualmente director de medioambiente en el ayuntamiento de Móstoles, lanza una reflexión al resto del grupo promotor del manifiesto Última Llamada, del que forma parte:
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