(Reproducimos nuevo artículo de Jorge Riechmann aparecido esta semana en nuestro blog hermano en ElDiario.es.)
Jorge Riechmann (Foto: M. Beltrán)
Bután suele ser mencionado en nuestra reflexión social a cuenta de su inspirador índice de “felicidad interior bruta” (como alternativa al PIB) u otros rasgos de su economía alternativa. Pero hoy quisiera llamar la atención sobre otro rasgo singular de este pequeño país adyacente al Tíbet. Bután alberga
la montaña más alta del planeta no hollada por ningún ser humano.
Qué desafío, ¿verdad, montañeros y montañeras? Se trata del Gankar Punzum (el Pico Blanco de los Tres Hermanos Espirituales, se nos dice que habría que traducir el nombre de esta montaña al castellano), una cima del Himalaya que ronda los 7.570 metros de altura. En 1994 se prohibió en Bután escalar montañas más altas de seis mil metros, para no perturbar a los dioses y espíritus que, según conjeturan en aquel remoto país asiático, podrían morar allí (la religión local es el budismo vajrayana). En 2003 parece que se prohibió el montañismo en general.
El contraste con la mentalidad occidental de conquista no podría ser mayor… Como es sabido, la razón que dio el eminente escalador Edmund Hillary para explicar su deseo de ascender al Everest (domeñado por fin en 1953) fue: “Porque está ahí”. Citius, altius, fortius (“más rápido, más alto, más fuerte”) es la frase pronunciada por el barón Pierre de Coubertin en la inauguración de los primeros Juegos Olímpicos de la Edad Moderna (Atenas 1896); también es un buen lema si se trata de captar la hybris del capitalismo desembridado. No se pueden reconocer límites a los empeños humanos, ya sean razonables (eliminar la pobreza), cuestionables (maximizar el PIB) o contraproducentes (establecer una base en Marte). No limits, nos martillean esos versículos sagrados que propina a todas horas la propaganda comercial metropolitana. Que siga la juerga…
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