Estas últimas semanas se han unido dos voces procedentes de ámbitos y lugares distintos (la ciencia y el activismo, España y el Reino Unido), realimentándose de manera positiva, en reclamar esa doble e inseparable necesidad: que el poder política deje de ocultar la gravedad de la situación climática/ecológica/energética y declare un estado de emergencia a la altura del reto que tenemos como especie: evitar la extinción, tanto la nuestra como la del resto de la biosfera. Algo muy en la línea de la urgencia que exigía nuestro Manifiesto Última Llamada.
Por un lado el movimiento Extinction Rebelion está adquiriendo un impulso prometedor y desde el Reino Unido lanzando semillas de rebelión y desobediencia no-violenta «por la Vida» en otros países, incluido el nuestro. Por otro, un nuevo grupo de activistas y científicas/os se han unido para reclamar del gobierno español que la Ley de Cambio Climático y Transición Energética que prepara el ministerio dirigido por Teresa Ribera corrija su error de partida: no reconocer que la única manera posible de alcanzar los objetivos de dicha transición es trasformar también el sistema socioeconómico, y abandonar el crecimiento (del consumo, del PIB…).
Dos interesantes iniciativas que merece la pensa seguir con atención, y que convergen en la exigencia de verdad, democracia y cambio de modelo civilizatorio, como única manera de defender la Vida frente a la extinción.
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Por mucho silencio con que los gobiernos quieran enterrar el fin del capitalismo, se trata de una muerte anunciada por todas partes: por el mundo científico, por el movimiento ecologista, por el mundo espiritual – que habla del fin del mundo materialista- y por la gente capaz de pensar por su cuenta sin intermediarios políticos ni mediáticos que le coman el coco. Hasta un niño de primaria entendería que si tenemos la gasolina justa para andar 100 km. no podemos llegar más lejos. El fin del crecimiento es inevitable, y con él fin del capitalismo. Sorprendente el silencio de sus señorías en los Parlamentos. Nadie quiere contar a verdad, pero, ay, la verdad es como el aceite: siempre termina por flotar sobre las mentiras y hacerse notar. Entre tanto, nos van entreteniendo de todos los modos posibles, hasta les vale que un niño caiga por un agujero para llenar horas de televisión y crear expectativas tan falsas como las promesas de los gobiernos de seguir creciendo más.
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